viernes, 8 de marzo de 2013

VERA JARACH, MAMA DE FRANCA, DESAPARECIDA DE LA ESMA, DECLARO EN EL MEGAJUICIO: “A la Justicia le pedimos justicia”


Les habló a los jueces de su hija, para “que la conozcan, que sepan quién fue, cómo fue esta muchacha maravillosa, alegre, pero también muy pensativa”. Aportó una grabación con un llamado que Franca hizo desde la ESMA.
(FUENTE,. PÁGINA/12)
Por Alejandra Dandan.
El pelo blanco, los ojos chiquitos, la voz de roble. En un momento, Vera Jarach buscó casi a tientas algunas caras en la sala: “No veo si están los acusados, pero con los ojos de mi alma sí los veo –les dijo–. Y si están, les pido a ellos que rompan ese tan cruel pacto de silencio alguna vez, que nos digan qué pasó con todos y cada uno de nuestros hijos, y a la Justicia, a la Justicia, le pedimos justicia”.
Frente suyo una hilera de Madres llenó la sala de Comodoro Py con sus pañuelos. Vera fue a declarar a la segunda audiencia de testigos de este juicio por los crímenes de la Escuela Mecánica de la Armada para hablar de su hija. A Franca la secuestraron el 25 de junio de 1976, en la esquina de un bar del centro de Buenos Aires; había sido abanderada del Nacional Buenos Aires, delegada por el centro de estudiantes e integrante de la UES.
“Nosotros también tuvimos un calvario, un muro de silencio, pero antes de eso quiero enfrentarlos con Franca”, dijo al tribunal y también a la sala. “Que la conozcan, que sepan quién fue, cómo fue esta muchacha maravillosa. Amada y admirada por muchos, dejó mucho y eso es una herencia también. Alegre, pero también muy pensativa. Defendía lo justo y cuanta causa hubiera. Era muy, muy generosa y atenta a todo, apasionada y también tenía un profundo sentido critico, incluso en la militancia, de la que voy a hablar.”
Vera, que era periodista en ANSA cuando secuestraron a su hija, hilvanó trazos de la vida política de Franca. Contó cómo la expulsaron del Buenos Aires en tiempos de la Triple A, después de una asamblea ya prohibida y organizada por los estudiantes para evitar el desplazamiento del rector. Echaron a 14 y por una gestión de los padres volvieron a incorporarlos a todos excepto a Franca, que no quiso volver. Rindió exámenes libres “brillantes”, se disponía a estudiar Ciencias de la Educación “porque pensaba en los grandes cambios sociales, que era la meta de todos estos jóvenes”. Empezó a trabajar en un pequeño taller, hacía cajitas y se anotó en un curso poligráfico. “Como tengo que decir toda la verdad, pero no puedo asegurarlo, digo que creo que tuvo militancia dentro de ese ámbito. Como tenía ese espíritu crítico, tardó mucho en militar en una institución organizada; cuando lo decidió, entró en la UES, y cuando tomaba una decisión lo hacía muy, muy en serio, quería decir que estaba convencida de lo que hacía.” Para entonces pasó de la UES a la Juventud Trabajadora Peronista.

El llamado

A Franca la secuestraron un viernes. Vera la esperaba al otro día en el Tigre. La buscó en hospitales, en la morgue, presentó hábeas corpus y durante años no supo nada. “Tenía 18 años de edad; mi marido y yo tratamos de localizarla, de salvarla; desgraciadamente fue en vano. Pasaron muchos años, más de veinte, antes de que yo pudiera saber la verdad, y esa verdad es el lugar donde Franca fue llevada después del secuestro.”
Franca estuvo en la ESMA. “Fue un verdadero infierno”, dijo. Vera supo eso a través de Marta Alvarez, una de ex detenida. “Quizá no sea mucho –dijo–, pero para mí es muchísimo, tengo algunas pruebas y en esas pruebas, una de las fundamentales es una grabación de la que ahora les cuento.”
Franca llamó a sus padres el 11 de julio desde un lugar de la ESMA que Vera reconoció años mas tarde. “Para nosotros significó que estaba viva, ahí están las voces de Franca y de mi marido que contestó, para mí es estremecedor volver a escuchar esas voces, pero sé que es una prueba importante por su contenido, así que estoy dispuesta a escucharlo de nuevo.”
En la sala se oyó esa grabación. Vera se quedó en la silla. Franca, rápida, joven, apurada, perforó el tiempo desde otro lado del espacio. Preguntó por todos: “¿Cómo están? ¿Cómo está mamá?”. Les dijo: “Estoy detenida”. Su padre preguntó un poco en italiano y en español. “¿Dónde estás? ¿Cómo estás? ¿Cuándo volvés?” Franca responde y responde: “No sé, la verdad, es que no sé”, dice.
–Bueno, chau...
–Que Dios te bendiga –dice su padre.
–Chau, papito, chau.
“Es como que hay dos grabaciones en mi memoria”, dijo Vera. “Todo lo que nos dijo Marta Alvarez y después esto, que es una prueba. Hacían esos llamados para frenar, se supone, nuestras denuncias y búsquedas, cosa que por supuesto no hicimos.”
Vera no paró de hablar; sólo en una ocasión los jueces le preguntaron si necesitaba un momento, porque los ojos se le llenaron de lágrimas. Alguien en el fondo murmuró: “¡No la conocen!”. Claro, no dejó de hablar. Cuando empezó, habló de Auschwitz y de las dos cosas que marcaron su vida. “La historia nos enseña que lo que ha sucedido una vez puede volver a ocurrir, y de hecho en mi historia esto se ha demostrado. En 1943 deportaron a Auschwitz a mi abuelo materno; más tarde mi hija Franca, secuestrada y llevada a la ESMA; dos historias, no hay tumbas, están la cámara de gas y los vuelos de la muerte.”
Al final, el presidente del tribunal le preguntó si quería decir algo más. Ella recordó a un chico de una escuela de Italia que le preguntó si estaba satisfecha con su vida. “¿Qué pregunta, no?”, dijo Vera con humor. “Le dije que sí, realmente he tenido mucho en mi vida, nos salvamos de la Shoá y tuve una vida normal hasta que suceden las dos tragedias: en el ’43 mi abuelo y luego mi hija, y tengo que decir que es como esa canción de Violeta Parra: la vida me ha dado tanto, pero también me ha quitado. Quiero decirles a ustedes que agradezco haber estado acá. Y acá Franca conmigo pide justicia...”
—¡Mírenla, mírenla! –les dijo a los jueces. Y dejó a Franca, en la foto, arriba del escritorio.

Declaró la primera testigo y sobreviviente: “Sentía el olor a miedo” en la ESMA


Hoy empezó la etapa testimonial en la megacausa. En esta audiencia sólo declaró la testigo Liliana María Andrés de Antokoletz, cuyo caso es uno de los 789 totales investigados en el juicio. La mamá de Daniel, María Adela Gard de Antokoletz, fue una histórica luchadora de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. El Tribunal Oral y Federal Nº 5 espera la declaración de alrededor de 800 testigos más. 


(FUENTE: www.espaciomemoria.ar)

La primera en contar su testimonio
Liliana María Andrés de Antokoletz inició hoy una de las etapas más esperadas del juicio: la palabra de las víctimas. Ella fue secuestrada junto a su compañero Daniel Antokoletz, quien continúa desaparecido y es otra las víctimas incluidas en el juicio. Además, el caso de Daniel fue contemplado en el segundo proceso judicial por los delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA. 
“Sentía el olor a miedo”: la ESMA
El 10 de noviembre de 1976 Liliana y Daniel fueron secuestrados por una patota de la ESMA en un operativo que duró alrededor de cuatro horas e incluyó agresiones físicas y verbales, además de los daños provocados en la casa. “Nos apuntaban con armas, nos gritaban obscenidades, nos obligaban a tirarnos al piso, golpeaban a mi esposo”, contó la sobreviviente. 
Tras contar el operativo de secuestro con el que ambos fueron llevados a la ESMA, Liliana relató la llegada al centro clandestino de detención, tortura y exterminio. “Nos subieron a un Ford Falco celeste/gris. El viaje fue muy confuso, dieron muchas vueltas. Atrás nos custodiaba un auto Chevi y se comunicaban con frases cortas. Cuando llegamos, nos dejaron en un lugar donde había escalones que nos condujeron al subsuelo (sótano). Me pusieron un número colgado del cuello: el 404 y a Daniel el 041. Estuve en todo momento en el subsuelo. Cuando me subieron a Capuchita escuché gritos de espanto, dolor, terror. Sentía olor a miedo. Tuve la necesidad de ir al baño, me condujeron y en la entrada había tres guardias. Me insultaron y gritaron `montonerita puta, hija de puta´, me manosearon, me golpearon y me insultaron. Fui una segunda vez y se agravaron los insultos. Después ya no quise ir, entonces me trajeron un tacho con excremento, fue una humillación, así fue varias veces”.
“Escuché gritos de Daniel cuando lo torturaban” en la ESMA 
Liliana también contó ante los jueces que “los gritos y ruegos para que paren con la tortura eran permanentes. En un momento hubo muchos ruidos y después terminó, entonces escuché a dos de ellos decir: ´se nos fue la mano con la rubia´. También escuché los gritos de Daniel cuando lo torturaban, me llamó mucho la atención del ruido de pasos de gente que caminaba encadenada”. 
Liliana contó que en los interrogatorios hechos en la ESMA le preguntaban por gente, política y sobre Daniel. “En ese lugar había una cama con un colchón húmedo con correas, había sangre aguada sobre la colchoneta. Me amenazaban y me decían que ahí me iban a picanear. En el tercer interrogatorio, con cinco interrogadores, me dejaron sola. Después, irrumpieron dos con sus armas martilladas, quienes me dijeron: ´acá se acabó todo´. Me corrieron con las armas y después empezaron a reírse. Recibí golpes leves, cachetazos, empujones e insultos. Del otro lado escuchaba risas de personas que veían una película”. Por las preguntas que le hacían, Liliana pudo establecer que “estaban convencidos de que mi esposo era un peligro para ellos por su ideología, por su carácter de constitucionalista internacional y su defensa de los derechos humanos”.
El cautiverio de Liliana en “Capuchita”
En su testimonio, el primero de este tercer juicio por la ESMA, Liliana pudo describir el traslado desde el sótano hasta Capuchita, el sector más alto dentro del edificio del Casino de Oficiales. “Era muy difícil dormir por el miedo. Era una cosa poderosa. Siempre estaba acostada en un colchón en el piso. Tenía las manos con grilletes. Ahí conocí a María del Carmen y su novio. Éramos casi cinco personas en ese lugar. Los guardias tenían la costumbre de subir en cualquier momento y golpearnos”. 
Así contó sobre el lugar de cautiverio ubicado en el ático del edificio, el último piso del Casino de Oficiales. “Durante los casi siete días que estuve en la ESMA había música estridente por altoparlantes, tanto para amortiguar el dolor de adentro, como para no dejarnos dormir”. Además de las torturas, pudo detallar los tormentos a los que fue sometida con otros detenidos-desaparecidos: “Nos daban sólo mate cocido y un pedacito de pan con carne a la noche”. Tal como contaron en otras oportunidades algunos sobrevivientes, Liliana “no quería comer porque creía que nos estaban matando y nos daban carne humana”. 
El último beso con Daniel 
Liliana narró que al cuarto día de cautiverio la dejaron ir al baño y ver a Daniel, quien estaba doblado y le dijo que había sido picaneado en los testículos, las encías y sobre la cicatriz que tenía en el brazo, previa a su secuestro. El encuentro duró dos minutos. Liliana recuerda que Daniel le  dijo que “la maquinita (picana) se aguanta”, buscando darle ánimo. “Ahí pudimos darnos el último beso. Recuerdo sus labios secos y el sabor salado por la sangre. Fue la última vez que lo vi. Por suerte, hoy puedo dar testimonio de su tortura”.
Después de esos siete días de secuestro en la ESMA, Liliana fue liberada. La dejaron a dos cuadras de su casa. “Me pidieron disculpas, me dijeron que la guerra es así: unos ganan y otros pierden. Me sacaron la capucha, me dieron un beso cada uno de los tres. Me dijeron que si me ponía en contacto con algún organismo de derechos humanos o si hablaba de esto son algún familiar, me mataban. Esa despedida con un beso fue una canallada”. 
La ESMA desde afuera
Liliana contó que cuando fue liberada intentó encontrar el edificio en el que había estado detenida-desaparecida. “Después de mucha búsqueda en instituciones militares, a pocos días de mi liberación iba en el auto de mi padre y observé el techo a cuatro aguas, vidrios azules: era Capuchita”. Recordó que en su encierro forzado escuchaba ruidos de una avenida (Del Libertador), aviones y el domingo oyó a una hinchada de fútbol (River). 
La visita ocular en la ESMA 
Liliana contó que cuando volvió a la ESMA para la inspección ocular para la causa judicial notó que el edificio del Casino había sido alterado. “Empecé a recorrer el lugar, buscaba el ascensor y no lo encontré”. También contó que había cuando “estaba detenida, algunas veces me levantaba la venda y pude observar cosas” que ratificó en la inspección ocular. 
Las denuncias en organismos de derechos humanos y otras instituciones 
Daniel era de esos abogados comprometidos con las causas justas, abrazados a la luchas del pueblo. Liliana contó que él percibió que lo seguían: “nosotros recibíamos en casa a familiares de personas desaparecidas”. 
Los hermanos de Liliana presentaron hábeas corpus cuando estaba desaparecida. Los de Daniel fueron presentados por su madre María Adela Gard de Antokoletz, histórica luchadora de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Además, Liliana y María Adela hicieron presentaciones en instituciones como Amnistía y el Episcopado. “Fuimos al Ministerio del Interior con mi suegra: salimos aterrorizadas por la arrogancia y autoritarismo”. 
"Durante 36 años estuve esperando este momento" 
Al finalizar su relato, Liliana respondió preguntas de las partes del juicio. Le preguntaron sobre Daniel, a quien recordó como un estudioso del derecho internacional público, reconocido a nivel internacional. “Defendió a los argentinos exiliados en Chile, era querido por sus alumnos”.
Después de tantos años de espera, Liliana pudo hablar ante la justicia y dijo: “durante 36 años estuve esperando este momento. Creo en la justicia, en los Tribunales, en las penas que van a recibir, no en la prisión domiciliaria. Hablo como sobreviviente, hablo en nombre de Daniel y de las personas que no están más. Hablo en nombre de mi suegra, quien no pudo ver la justicia. Ella es la persona que más admiro por su coherencia y lucha en la búsqueda de su hijo”.
Con los ojos llenos de lágrimas, concluyó: “quiero dedicarle este testimonio a mi suegra. Quiero cerrar para parafraseando a Sábato con una cita del Nunca Más que dice: ´Esto fue un descenso al infierno´”. 
Próxima audiencia
Mañana será la segunda audiencia testimonial, desde las 10:00 horas. Entre otros, declararán Vera Jarach y Daniel Tarnopolsky, familiares de desaparecidos e integrantes del Directorio de los organismos de Derechos Humanos del Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex ESMA).